Elisa y la gatita Kuquí
Rosalía estaba entretenida en la cocina guisando la comida
para sus hijos, eran como las doce del día, estaban de vacaciones y hacía mucho
calor, cuando de pronto alguien llegó a casa, era Elisa que llegaba de dar un
paseo por el parque, es la hija más
pequeña de la familia entre dos hermanos mayores que ella, Elisa es una niña de
12 años muy linda, con grandes ojos negros y
pestañas largas, una frente amplia y despejada, de las que piensan y toma decisiones firmes. Llevaba cabellos largos y sueltos, de color azabache, y además de todo, una niña muy lista e inteligente y de una
sensibilidad que se dejaba traslucir a veces.
La niña llegaba a su casa muy suelta de huesos,
alegre, canturriando y con una cajita blanca entre sus manos, dijo: _Madre, no
he tenido más remedio que traérmelo a casa, nadie la quería, ¡Pero yo sí la
quiero!, hasta ya tengo en mente el nombre que le pondré, se llamará ¡Kuquí! La madre sorprendida, abrió sus ojos tan
grandes y soltó un suspiro como diciendo, haber esta vez niña, que me has traído
a casa!, y la miró con atención a su hija, y le preguntó ¿_Elisa, hija que
traes en esa cajita tan curiosa y pequeña? ¡Madre es una gatita!, seguro que te va a
gustar tanto como a mí, es muy linda, lo
dijo con tono de seguridad y abrió la tapa de la cajita. Continuó la niña, _la encontré sentadita, encima de una gran
piedra que parecía una roca, estaba abandonada, no tenía dueño y se escuchaba
su maullido desde lejos, la gente que pasaba por ahí decía, ¡De seguro que tiene mucha hambre,
llévatela a tu casa! _Mi amiga Solé, me dijo que ella ya tenía uno, entonces
decidí traérmelo a casa., la niña le
contaba sin perder el aliento.
Madre me lo puedo quedar? Argumentó la niña, _ Hija es una
linda gatita, aunque está un poco sucia, pero sabes bien, que aquí no se puede quedar, ¿quién se haría
cargo? La niña inmediatamente respondió, ¡Yo madre!, _Me encargaré de todo,
hasta de bañarle, darle de comer, y de la limpieza que hay que hacer con la
arena, la madre observó incrédula y de reojo miraba a la niña, unos gestos haciendo morritos, que de inmediato la
enterneció. Luego, la madre le dijo: _De
cualquier forma no se puede quedar aquí, además, no tenemos suficiente espacio, ¡Lo siento
hija! tienes que llevártela y dejarla donde la encontraste!,_ No tengas pena mi
niña, acotó la madre, habrá alguien con más recursos que nosotros que la
acogerá. La niña replicó una vez más, no pensaba darse
por vencida y repetía, _Madre le daré de
comer, la pequeña debe tener mucha hambre,
es tan pequeña como un bebe, y ella puede tomar leche?, Preguntó la niña. La madre al ver q la niña necesitaba ayuda, se
acercó a ella y le dijo _Buscaré una mamila para que le des la leche y
salió. La niña se puso contenta al ver que su madre le estaba apoyando. Cogió al gatito entre sus manos y le dio la
mamila abriéndole la boquita muy suavemente, la niña estaba sentada en una
silla apoyada junto a la encimera de la cocina, ella se sentía encantada de
hacerlo. La gatita estaba hambrienta y se tomó toda la leche, hasta repitió _ ¡Madre,
mira la barriguita que se le ha puesto
dijo la niña observando a la gatita, parece una pelota!, la madre sonrió, _Es
que ahora está satisfecha hija.
Pasado un espacio de tiempo, y saciado el hambre de la gatita, la madre luego
dijo _Elisa, tenemos que bañarla, para q reluzca de limpio, sabes que le hace mucha falta, ¡La pobre!, espero
que no tenga bichos, entonces habrá que curarla. ¡Madre, mejor nos lo quedamos y así la cuidaremos
más.! _Hija te lo repito, no es fácil
hacerse cargo de un gato, es mucho trabajo y responsabilidad cuidarlo, y además
necesita espacio y no lo tenemos, dijo la madre finalmente, no pensaba dar su
brazo a torcer. Después de la comida, llama a tu amiga Solé para que se lo
lleve acotó, esta vez la niña se quedó en silencio. Después de bañarle, la gatita
resplandeció de limpio y los colores de su pelaje gris jaspeado, adquirieron
brillo y belleza, ¡la gatita resplandecía! Que linda se ha puesto la gatita mamá,¡ te
quiero mucho! Sonrió la niña feliz, y al mismo tiempo, la niña le miraba con
mucho ánimo y dulzura maternal a la gatita Kuquí, que ya la consideraba suya.
Por la tarde llegaron sus hermanos, Carlos y Ricardo, grande
fue la sorpresa que se llevaron al ver la cajita en la cocina, la gatita estaba
enrollada y dormida. No fue precisamente de alegría, sino de protesta, y dijeron
en voz alta, _ ¡Ese gato no se puede quedar en esta casa mamá, porque entonces,
yo voy a querer un perro para mí también!, dijo Carlos, quien anhelaba tener un
perro desde hace mucho tiempo. A su hermano Ricardo que era el mayor de los
tres, le daba igual lo que hicieran. Por
ahora, él estaba interesado en otras
cosas.
La niña había salido a encontrarse con su
amiga Solé, pero al parque a jugar otra
vez. Desafortunadamente, la madre no pudo
convencer a sus hijos y al final decidió
coger la cajita con el gatito, lo metió dentro de una bolsa con comida y abrigo
para que no pasara frio. A espalda de la
niña, faltando a su palabra salió inmediatamente a la calle, buscando un lugar
donde dejar a la gatita. Pensó, sería un lugar poco concurrido, dio vueltas,
caminó varias calles subiendo y mirando
donde lo dejaría, hasta que finalmente, lo dejó cerca de un cubo de reciclaje de cartones que está cerca de una iglesia parroquial. Toda
la bolsa se quedó muy quieta, inmóvil, como si dentro no hubiera una vida. Asomaron
en los pensamientos de Rosalía, los primeros sentimientos de indignación
consigo misma, era la conciencia, pero ¿qué otra cosa podía hacer?, se
preguntaba ella, Nadie quería acoger a
la gatita, ni siquiera ella.
De regreso, mientras
caminaba rumbo a su domicilio, una nube de pensamientos negativos de arrepentimiento y culpa le acompañaban, de
pronto se le vino a la mente la imagen de su hija, pidiéndole que cuidara a la
gatita en su ausencia. No sabía cómo
proceder, ¿que le diría a su hija cuando vuelva y pregunte por la gatita? Se alejó sigilosamente
volteando a mirar lo que había hecho,
sentía que la había abandonado de la peor forma, de pronto su corazón empezó a
latir fuerte, ya los remordimientos acudían a su mente, provocándole una
sensación de escalofríos y un sabor amargo en la boca. Muy despacio, caminó varias calles como para
distraer la mente y olvidar lo sucedido, hasta que se dirigió a su casa.
La niña ya había
vuelto a casa, y lo primero que hizo fue buscar a su gatita, por debajo de la
mesa y luego por debajo de su cama, pero no la encuentra, luego le llama _ ¡Kuquí,
miau, miau, donde te has metido! Entonces, se acercó a su padre que ya había
llegado desde hace un buen rato y preguntó, ¿padre, has visto a mi gatita?, _ Tu tío
Manuel vino hace un momento, le ha gustado la gatita y se lo llevado a su casa.
Pero,¿ porque papá? _Por qué allí, si tienen
más espacio que nosotros hija, respondió el padre. La niña inmediatamente llamó a su tío por
teléfono, sin que su padre se diera cuenta, pero grande fue su sorpresa al descubrir que
su propio padre le había contado una gran mentira. La niña se sentía
decepcionada y muy triste. La madre
recién llegaba y vio que la niña lloraba desconsoladamente, la camiseta que
llevaba puesta la niña, estaba empapada en sudor por el coraje y el llanto,
estaba muy enfadada con todos, no quería hablar, solo repetía una y otra vez, ¡yo
quiero que mi gatita Kuquí, vuelva!. La
madre sorprendida y conmovida, no podía calmar a la niña, ni su padre, ni sus
hermanos. El corazón de la madre se estremeció al ver a su niña que lloraba
mucho y suspirando repetía lo mismo, que trajeran de vuelta a su gatita.
Finalmente, la madre compadecida, la acercó a su pecho y la abrazo y le dio
muchas caricias y le dijo, _ ¡No temas mi niña te prometo, que ahora mismo la
traeré de regreso, digan lo que digan los demás lo traeré de vuelta a casa!,
después de todo ya es hora de que tengamos un animalito en casa, así yo también,
tendré una compañía cuando ustedes marchen al colegio, además, me has
demostrado que la cuidarás bien. La niña, al ver que su madre se alistaba para
salir a buscar a la gatita, se tranquilizó y se tumbó en su cama a esperar. En la calle estaba Rosalía, muy asustada y
arrepentida de lo que había hecho con la gatita, caminaba y pensaba, si la
encontraría, o si alguien y se lo había llevado. Un miedo intenso se apoderó de
sus pensamientos y luego, iba aumentando
según se acercaba a la iglesia. Solo repetía, _ ¡Que el gatito de mi niña
todavía esté allí!, cruzando los dedos con devoción y ¿cómo pude haber hecho esto? Entonces, estando muy cerca hizo una
inspiración intensa y luego expiró, y se dirigió al cubo de cartones, que
estaba en una esquina, cerca de la iglesia parroquial, aún la misa de turno se
estaba celebrando dentro, poca gente se veía caminar por esa calle.
Grande fue su sorpresa
al ver la misma bolsa apoyada en el cubo, no maullaba, ni se movía la
bolsa, estaba todo quieto como lo había dejado anteriormente, había un silencio. Para entonces, ya era de noche y no se
podía ver gran cosa. Se armó de valor, e inspiró por segunda vez con fuerza, y por
fin metió la mano dentro de la bolsa, esperando encontrarla. Fue entonces, que sintió sus dedos tocar el cuerpecito
frágil y tibio de la gatita, como si la estuviera esperando, la cogió entre sus manos, le acerco
a su pecho, para darle más calor y sintió que era real, que no la había perdido.
Luego embargada por la emoción, miró al cielo haciendo gestos de agradecimiento
al creador por haber encontrado a la gatita de su niña, sana y salva. Así mismo,
sintió una oleada de paz entrar en su corazón, como si el alma le hubiera
regresado al cuerpo, adquirió fuerza, confianza y una alegría inusitada, que se dibujo en su rostro, entonces,
aligeró el paso para llegar pronto a su casa, sabía que su niña se pondría muy
feliz al tener por fin, a su gatita Kuquí, otra vez con ella, y el equilibrio emocional volvería a reinar
en su hogar.!!
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