Las hojas de
octubre.
Las hojas de octubre, en su marcha indiferente por la vida rozaron su ventana una tarde de otoño, mientras una sonaja en alto se sacudía y cantaba melancolía disperso en el aire. El viento trajo restos del pasado que se enredaron en su pelo y la niña de su infancia acurrucada lloró desconsolada. Frente a un espejo una aguja se clavó en su pecho, lo sintieron las cascadas de sus ríos extenuados en su sangre. De pie te contuviste fuerte, y valiente saliste adelante. Un susurro en sus oídos, una canción de cuna ahuyentaron los murciélagos que habitan en las cuevas de la durmiente cripta de este mundo interpretado, y se iluminaron sus ojos nuevamente cuando alcanzaron el sol.
La noche trae sombras copiosas que llegan sigilosas anunciando tormentas que braman de dolor, y sus manos colocan flores en el altar del cielo. Cogidos de las manos tres ángeles bajaron portando pañuelos blancos, y secaron el sudor rojo de tu frente pálida e inerte. Así han fugado las aguas cristalinas de sus ojos negros apagados, y de su mar profundo, suspiros han salido libres a respirar nuevos tiempos, han dejado atrás las madrugadas y desvelos de espinas en las venas.
Frente a ti hay un puente de grandes nubes plateadas, cubiertas con aromas de margaritas y alhelíes, su camino es liviano y sereno. Un amor tan grande y brillante te espera en lo alto del firmamento, y una luz dorada traspasa el espacio cósmico de tu nueva era, repleta de infinita paz, amor, junto a Dios. Desde el cristal de mi ventana, mi aire, mi respirar se hace denso y a todo galope se quedan palpitando sin freno fustigando mi pecho. Nuestros ojos ya no se posarán juntas para soñar, ya no oiré llegar tus pasos ágiles desde el salón a tomar el té con tus risas y los dulces, en mis oídos todavía resuenan el eco de tu voz y se enredan con los días largos de lluvia continua. Te has quedado dormida en un lecho de rosas blancas con aromas de cielo azuuul. Adiós, adiós, alma mía, corazón mío, que aún me dueles.
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