Los pajarillos juguetones.
Había quedado temprano a desayunar con su madre, a eso de
las 11 de la mañana en la cafetería habitual de la calle Princesa. En un
verano donde las mañana se presenta cálida y alegre. Los que circulan van con ropa ligera y
sandalias, y en la mano llevan un bote
de agua fresca para calmar la sed. Miguel quiere saber cómo está su madre, que desde la noche anterior que le telefoneó a su
apartamento se quedó inquieto, pero también ella le dijo que luego se reuniría en el mismo
lugar con otro colega para afinar el material de su trabajo. Entonces pensó que
disponía de poco tiempo para hablar con su madre. Llegando a la
cafetería Elizabeth recibe a su hijo efusivamente con besos y abrazos. _ Madre qué
tal te encuentras_? mirándole a los ojos
con cierta inquietud, no quiso preguntar más. Tuvo la sensación de que algo le
sucedía. _Estoy muy bien ,
me siento estupendamente, no hay
de qué preocuparse, _ replicó ella muy segura. Eligió un sofá confortable junto a una
pequeña mesa que topaba cerca a un gran ventanal.
Desde allí se obtenía una vista panorámica hacia el exterior de la
calle. Mientras disolvía el sobre de azúcar
en el café, a Elízabeth le llamó la atención como jugaban, dos pajaritos de color gris en el suelo de la
calle, que se podía ver a través del ventanal, que parecían estar junto a ella
sorprendiéndola para su asombro. En la terraza también los camareros alcanzaban
los desayunos afuera. Era un lugar
agradable y tranquilo. Elízabeth, se
pidió un café largo, zumo de naranja y un dulce de leche, estaba animada y le sonreía
a su hijo. Miguel un café corto y un bocadillo de jamón york. _Madre
me da gusto desayunar contigo y saber que estas bien._ A mí también_ replico Elizabeth, _solo que me has pillado en un momento de
mucho trabajo. El editor me exige
terminar el libro a corto plazo, no es tan sencillo como él lo piensa. A decir verdad, hemos discutido, me tiene alterada los nervios, pero no te preocupes, ya estoy más calmada. De peores
situaciones he salido bien
librada. Además
la mañana está formidable, no
vale la pena preocuparse por nada. Y tú
que tal hijo mío,_? Cuéntame, y el
trabajo? Miguel sonríe, _estoy a gusto con lo que hago en mi
trabajo y me pagan bien por cada
proyecto, no me puedo quejar, _ luego la
miró de reojo y continuó, _mi relación
con Hannis va muy bien_. Elizabeth le escuchaba en silencio, mientras
disfrutaba de su café. _Discúlpame hijo
que te interrumpa, pero mira a esos
pajarillos. Afuera uno de ellos trata de meterse por el ventanal, en verdad
no se qué pretende, al querer entrar_. El pajarillo se da contra el cristal, por que parece que no
lo ve, pero además lleva en su pequeño pico granos de comida que
ha encontrado en el suelo. En vano intenta entrar una y otra vez. Exclama, _Hijo mío he sentido por un instante que el pajarillo se dirigía a mí
directamente, a ofrecerme su comida, y esos ojillos mirándome fijamente y no se porqué._ Se llenó
de emoción y de incertidumbre a la vez, quedando sin palabras. El pajarillo al ver su propia impotencia con el cristal, decide
no intentarlo más y se desplaza en el
suelo junto al otro compañero. El
episodio total duró algunos minutos que para Elizabeth fueron de horas. Y se quedó apenada mirándole tiernamente desde
dentro. _Al menos lo ha intentado._ Su hijo también sonríe y dice_ Mira que
pajarito tan necio y ciego, de seguro
que la próxima vez lo consigue pero, entrando por la puerta_. Luego termina el
último sorbo de café con una expresión de satisfacción.
Cuando va de regreso a su casa, ya es de tarde, Elizabeth viene rumiando en el pensamiento lo sucedido con
los pajarillos juguetones, de pronto agita la mano hacia arriba con
firmeza, como queriendo coger un rayo de luz en el cielo. Su rostro
se ilumina y exclama, _¡Ya lo
tengo! , la idea que necesitaba, por fin
ha llegado a mí. El libro quedará terminado pronto de lo que yo me esperaba_....
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