El manantial.

Un fin de semana  a  disfrutar,  echar a volar los pensamientos, jugar con ellos, desconectar,  es lo mejor.  Solo caminar, trotar  o dar un paseo con la mascota ya es algo.  Las calles de Madrid un tanto solitarias por las mañanas,  intimidan un poco al salir de casa, pero siempre hay  más gente que te la encuentras por ahí.  Luego los ánimos se avivan,  cuando el sol se dispone a dar la cara algo tímida y destemplada.  Entre lo nublado del cielo y la lluvia de la noche anterior, el suelo de la pista aún parece húmeda, hay que tener cuidado  al caminar, pues hay riesgo de caer al suelo sin compasión.  Así con todo lo inesperado  viene bien salir,  hay quienes dicen -_estamos en otoño, tenemos que aprovechar el  sol que hay,  el fresquito en las mañanas ya se siente, hay que ponerse algo de abrigo al salir._
Bajando por una cuesta,  ella sale corriendo como jugueteando con el viento,  con los auriculares puestos, escuchando música.  Hace un alto, solo por el cambio de las luces del semáforo  cerca de la pista en  la calle princesa.   Es Rosalía, lleva un sombrerito puesto de color beige, ella es  la que siempre va de prisa, con la música puesta  y el teléfono.  Ella es delgada, lleva cabellos cortos de color negro liso, con un mechón que le cae por la frente que  le da un aire juvenil.  Muchos le dicen a penas conocerla que tiene buen tipo, pero eso no la hace presumida, ella es muy sencilla.  De pronto, cruza la calle para penetrar en el corazón del parque oeste.  Es un parque inmenso.  Ella disfruta de todo el paisaje, a la vez que va trotando,  va aprovechando el tiempo,  hace ejercicios de respiración.  La hierba está húmeda,  los árboles son tan altos y majestuoso con una vista solemne,  algunas son  tan añejas, pero  están muy bien cuidadas.  Rosalía las admira y las respeta, hasta suspira al ver tanta belleza natural.   Los pajarillos como los loritos, las palomas,  gorriones, herrerillo,  etc.  Las observa minuciosamente y se da cuenta que siempre están inquietas,  parece  que entre ellas siempre van discutiendo. Son aves muy listas dice,  aprovechan  todo espacio y tiempo,  muchas veces  se apañan como pueden y  se las ve haciendo grupos, picoteando el suelo en busca de alimento o algo más a saber.
El interés de Rosalía es llegar  a un manantial que ya conoce, de agua fresca y pura, muchos dicen que es medicinal.  Viene del fondo de una gruta, con un ruidito de agua salpicando,  que sobresale de un piquillo metálico.  El manantial se hace notar nada más al llegar, rodeada de  una especie de bloque de roca de color gris,  que a la distancia se ve que va tomando la forma que se asemeja a la cabeza de un león,  que significa según ella, la fuerza del espíritu.  Rosalía se siente  estremecerse  al  entrar.  _Que sintonía natural, que misterio  rodea al campo._  Se da cuenta que  hasta las copas de los árboles parecen tocar las nubes,  se escucha sutilmente el ruido en conjunto  de las hojas al rosar unas con otras, eso es  cuando  el viento las lleva y trae.  Luego sus pasos le guían  por una caminito que parece de cuentos de hada, como si en  la vida pasada  hubiese estado allí  un templo sagrado de adoración.  _Me siento en la gloria dice muy bajito,  puedo sentir  que fluye en todo mi cuerpo,  de forma mágica una energía sobre natural, que refuerza todos  mis sentidos de una forma inexplicable._  Luego replica ¿Qué es esto lo que me sucede?  Se queda en silencio como reflexionando, pensativa.
Rosalía al contemplar la maravilla en frente  de sus ojos,  se queda encandilada y relajada sentada sobre la hierba.  Y por ello se le ve  dar  gracias al  universo con gestos y movimientos de las manos,  mirando al cielo, como haciendo ejercicios de yoga.  Muy centrada en lo que hace,  fija sus sentidos en la disposición de los árboles, arbustos, los caminitos, la hierba aparejada, las aves,  hasta el olor a tierra mojada la sobrecoge. _ Es un encanto dice mentalmente,  tiene  una belleza subliminal, un campo donde me parece ver a unos  ángeles que  juguetean por doquier.  Cantan, bailan,  entre ellas.  Sus vestidos son blancos, como la paz del alma, el regocijo y la calma.  Ese blanco del que no se puede ver,  porque forma parte de la nada.  Puedo sentir  la aproximación de sus largos brazos abiertos que me invitan a beber del agua de manantial.  Mi alma  lo comparte todo, se regocija profundamente._  Luego se   tiende sobre la hierba,  ella puede ver el cielo y las nubes en movimiento,  que  van  haciendo dibujos como placas radiográficas que trasmiten sus pensamientos y sentimientos más íntimos.  Hasta que luego desaparecen.   Rosalía lo disfruta todo muy intensamente, ni se da cuenta del tiempo que transcurre,  ni de los visitantes que llegan a pasear.
El manantial,  el caminito que acerca a la gruta son como peldaños de piedra dibujados en la hierba  y un puentecito  de madera cruzando una acequia donde en los inviernos se oyen los cánticos de las ranitas, brincando sobre el agua y musgos, transmitiendo  vida y alegría.  A los niños les divierte observarlos.  Mas los veranos allí son apetecibles, el fresco del aire, la sombra de los árboles,  se agradece.  Todo visitante que pasa por ese lugar, se le puede oír decir. _Este lugar tiene un magnetismo de energías positivas, es atrayente,  es especial, me encantaría volver. _  

Rosalía se fija en su reloj  y hace un gesto de exageración por que ya es tarde.  Luego recoge sus cosas, se coloca su sobrero y  se pone en  marcha por el camino que le lleva a su casa.   Después de una experiencia gratificante bajo un cielo claro despejado, ella siente que ha disfrutado de su espacio vital, se siente fortalecida.                                                                                      

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