Juanito el de la maleta de” jame bond”

Al  verlo cada mañana sentadito en su banqueta, con su maleta que se asemeja a la maleta de “jame bond”,  es simplemente una maleta de cartón que lo ha pintado de color negro, pues la mejorcita que tenía se lo quitó  enteramente la policía, “ los azules” como se les dice.  Pues como se sabe está prohibida la venta ambulante en Madrid.   Cuando voy entrando a la boca del metro Moncloa en princesa, siempre volteo a verle,  ya se me ha hecho costumbre.   También  se puede ver un grupito de gente sobre la acera en la calle, cerca del terminal, terminando de fumar un cigarrillo o leyendo el periódico  20 minutos  de  circulación gratuita.  También  se ponen a charlar entre ellos haciendo tiempo  antes de entrar.  Mientras que otros  van muy de prisa.  En medio de tanta concurrencia y ajetreo se deslizan.  Unos suben otros bajan, parece como  tropa en marcha con acompañamiento musical,  que se oye por el pasillo de algún músico que realiza un concierto gratuito dentro del vestíbulo del metro.  En las primeras horas de la mañana en la calle,  el cielo todavía se puede ver a oscuras y  algunas estrellas por ahí tiritando llamando la atención  de algún romántico desprevenido a saber.  

Juan es aquel hombre de la banqueta con su maleta de cartón, es vendedor ambulante de 86 años, todos los que transitan por ahí, ya le conocen,  su carácter es agradable.  Es bromista, sonríe mucho, con facilidad se gana el cariño de la gente.  A mi me ha robado el corazón desde hace tiempo.  En su maleta de expendio, trae a la venta  cigarrillos sueltos,  de Futuna, Lucy strike, caramelo, bolígrafos, porta abono, etc.  Para Juan más que un trabajo es una distracción,  me lo comentó un día entre risa y preocupación.  Muchas veces se ilusiona con la atención de las chicas,  que se inventa novia cada dos por tres,  parece que esos flirteos le hacen  renovar la vida.  Se siente vivo, real,  disfruta plenamente de los amigos que se le presenta, casi todos los que circulan cotidianamente por el terminal ya  le conocen.  Muchos le tienen inmenso cariño que le llaman Juanito, hasta se preocupan por su estado de salud.  Juanito es un hombre bajito, llenito de carnes, su pelito es blanco escaso,  sus  ojos negros  vivaces.  Puede leer los periódicos sin gafas.  Es admirable llegar a esa edad longeva  y con buena vista le dicen a menudo.  Aunque tiene algún achaque normal de la edad,  se le puede ver fuerte, macizo y entero. 

 Un día casual  me lo encontré por la tarde,  ya estaba  oscureciendo,  sentadito en su banqueta junto a su maletita,  con los ojitos tristes, húmedos,  pude adivinar que algo fuerte  le sucedía. De pronto  un mal presentimiento, como paloma negra se metió en mi corazón,  me acerqué a  Juanito y  me dijo: _Rosalía  he perdido a mi único hijo querido,  mi dolor es tan grande que hasta mi cuerpo amenaza con enfermar, siento desgarrado  todo mi ser, no tengo fuerzas.  Ahora me he quedado muy solo en este mundo,  no hay consuelo en este momento para mí._  Me lo dijo muy tristemente entre sollozos, casi no se le podía entender.  Su hijo había muerto la noche anterior en el hospital de San Carlos, tras una enfermedad muy grave en el hígado.   Vi que sus lágrimas mojaban su rostro palidecido, sus ojos estaban rojos de tanto llanto, su cuerpo se oprimía con fuerza de la impotencia ante el dolor, sus manos temblorosas.  En medio de tanta obscuridad y desolación,  viéndole así,  mi corazón se llenó de compación,   le cogí  las manos  y lo abracé muy fuerte,  dándole calor y energía.  Nuestras almas se juntaron en un preciso instante cuando la luna estaba ocultándose tras las nubes negras, como queriendo no enterarse de lo que sucedía, como la indiferencia flotando en el aire,  alrededor de aquel lugar oscuro y frio, no había gente conocida, lo encontré  muy solo.  Y justamente,   en ese preciso instante,  también  la tierra y el cielo coincidían contradictoriamente  en arroparlo.  El cielo estaba oscuro y la tierra mojada, pude notar entonces que  los ángeles del cielo en forma de nubes  también estaba llorando junto a  él.  Juanito no estaba solo aquel  aciago día.


El sol se ausentó temporalmente  en la vida emocional de Juanito, el duelo le musitaba al oído muy despacito a lo lejos,  pero ya era menos.  Tiene la plena seguridad que el espíritu de su hijo le acompaña y le protege a donde quiera que vaya, sabe también que la sonrisa de su hijo será la suya propia,  por tanto ya no quiere estar triste.  Ha pasado dos años desde que perdió a su hijo, pero  la esperanza y el optimismo por la vida no le han abandonado.  Hoy por hoy, todavía  tiene una fortaleza de roble.  Es porque tiene un alma noble, calmada y serena pues,  tiene la sabiduría del superviviente,  que habita este mundo tan llena de contrastes.  A pesar del sufrimiento que le ha tocado vivir se mantiene incólume, intacto su alma. Cuando me lo encuentro en aquel lugar de siempre,  él me saluda con la mano haciéndome señas para acercarme,  luego de charlar disfrutamos de un delicioso café con churros,  en el bar de Sonia que está a pocos metros  del terminal.  Le conoce de siempre y le dice _ ¿Abuelito cómo estás? ¿Cómo lo llevas?   Y Juanito responde alegremente__ estoy muy bien,  listo para volverme a casar con una mozuela_.  Aún lado se oyen  las risas de los otros y dicen  _Que ocurrente el abuelito a su edad todavía puede?.  _  Hasta Sonia se sonríe y dice, él siempre está de buen humor y osadía.                                                                                                                                            La mañana transcurre muy tranquila, en  aquel bar se puede sentir un calorcito muy gentil y animado. 

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