Sus manitas blancas Sus manitas eran blancas, ella era como racimos de uvas frescas, de lirio y margaritas. Se deslizaba por los caminos de la vida llena de gran vitalidad, joven, gloriosa ante el mundo. En un solo suspiro final quedó. Ahora también comparte sus sueños con aquel lucero cimbreante, en las alturas lejanas que en alguna noche estrellada ella pudo ver y admirar. Allí donde no es posible llegar, solo tocar con los sentidos y soñar. Su alma todavía tiene el perfume fresco de la primera aurora de la mañana. Al salir el sol, el cielo se va despejando, va tomando un sentimiento de sosiego y resignación…es de aceptación y de serenidad ante el sufrimiento. Como no volver a contemplar el cielo con la misma necesidad de hallar un consuelo en el corazón doliente, es el sufrimiento que todavía se ensaña y flagela todo el ser. Es así como Rosalía se siente ahora, ante la desaparición de su única y gran amiga Carmen. Los pensamientos y sentimientos van
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